noviembre 19, 2009

ejercicio, escena uno.

El viejo da vueltas por la pieza y piensa: "Qué sera con las cosas que parecen envejecer en si mismas". Sus movimientos son desesperados pero remotos, agitando los brazos y dando círculos en una espiral que amenaza en en convertirse torbellino por el increíble agetreo que crea con convicción el viejo, con toda la seguridad de que aleteando el polvo romperá también el hechizo del tiempo , pero este permanece sobre las cosas con su velo de bella durmiente. Esta sólo en el crepúsculo en una habitación envejecida, con sus antiguas paredes marrón oscuro, con su ventanita de luz difusa, con el catre y con la mesita de lado. Sobre la mesita la luz cae en un ángulo misterioso, apenas dejando ver la silueta vaga de un libro y algunas notas sueltas, que podría haber escrito él mismo.

El viejo parece cuervo meneandose por la habitación y trata de organizar sus pensamientos. Se acerca al fogón, que arde con fuego nuevo y se sirve una taza de café para beber el amargo liquido de sus malos recuerdos; Así, con cada trago embriagante comienza a enlodarse el tiempo, y los pulsos del reloj parecen tropezarse, y cada ves les toma mas tiempo el regreso, y el pozo de los segundos va haciéndose profundo en sus intervalos, y así continúa hasta el último momento, cuando se detiene el latido y emerge brusco e imparable un recuerdo: Se ve cuando era niño parado en este sitio , donde aún no hay nada y siente el cuarto erguirse con su piel pelona, con su ventana solitaria que le da el aspecto de un tuerto. Siente, la tierra que se amasa violenta, fundiéndose con las estiradas vigas en aquel edificio erizado hacia el cielo, flaco y orgulloso. Ve las cuatro paredes levantarse alrededor dejándolo encerrado y piensa que todo tiene que ser una terrible pesadilla, mientras que se le electrizan los vellos del cuerpo. Ya había tenido esa misma emoción hoy mismo, al pasar frente a la fachada; Ese sudor frió y la paranoia, como si el cuarto le mirara vigilante, con el único ojo bien abierto, con una mirada triste y persistente, tratando de mantener en alto una cara que se le estaba cayendo a pedazos. "Mi padre." Dijo, y salió del trance.

"Mi padre." Dice el viejo y el tiempo inicia su lento paso de locomotora que emprende el movimiento. Entonces mira el reloj, borra toda expresión de nostalgia del rostro y siente cómo las cosas agonizan delante de él, y cómo las cosas agonizan detrás de él, y cómo el mismo ha de volverse una mera maraña de polvo como dicen los evangelios. Con ese pensamiento en la mente se yergue, aclara la garganta y da la orden de un grito para que pongan el candado desde fuera. Y todo esto fue como debió haber sido hace cuarenta años cuando encerraron a su padre para que muriera en silencio.

Fin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario